Fernando de Szyszlo suele definir la pintura como el encuentro visible de lo sagrado con la materia, pero en más de una ocasión ha afirmado que esa definición excede el territorio de lo puramente artístico y alcanza, por ejemplo, a la mujer. Esa referencia a la mujer (así, en abstracto) implica las nociones tácitas de misterio, belleza y deseo. Nociones que nutren cualquier concepción de erotismo, y que funcionan como brechas a través de las cuales arte y misticismo se encuentran. Y ese es precisamente el asunto de “Animal tan albo”, el primer libro de poemas de Ana María Llona.
“Cuando en la noche /carnal humo delirante / nos demos cita / salpicaremos luz / en la órbita / de nos erizos ojos”, dice Llona en el texto que abre el libro, quebrando la sintaxis para señalar los despeñaderos de la pasión pero también los del sentido. Entre la áspera sensorialidad de una Blanca Varela —que se pregunta por lo desconocido con las herramientas de la piel— y la sutileza del simbolismo egureniano —que siempre vuelve a la idea de enigma—, el libro hilvana un discurso en el que la poesía y el “misterio gozoso del cuerpo” son uno y lo mismo.
De ritmo sincopado y versos cortos y nerviosos, “Animal tan albo” es un debut maduro y auspicioso, que asimila el fraseo de un poeta destacado como Carlos López Degregori —maestro y mentor de Ana María Llona, y autor del texto de la contratapa del libro— y lo lleva a otros territorios, a otros abismos. Unos versos: “amor / de endémica clarividencia: / descalabro de hombre-luna-y-espejos // sapiencia de flores que duermen / el color del tiempo”.
Domingo 4 de Abril del 2010-Diario El Comercio.
martes, 6 de abril de 2010
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